jueves, 4 de agosto de 2011

San Tallarín, culto autorizado

En Austria le dieron visto bueno al pastafarismo, una religión paródica creada por un licenciado en Física. Recibir los sacramentos es, por ejemplo, disfrutar de un plato de tallarines con pesto. 

Por Alejandro Agostinelli* 

Existe una religión para la cual Dios es un plato de espaguetis adornado por dos tentadoras albóndigas de carne. Y en Austria acaban de legitimar a este curioso culto.

Todo comenzó cuando Niko Alm, un activista irreligioso de 35 años, averiguó que si deseaba obtener el registro de conducir no podía usar cualquier clase de tocado sobre la cabeza, a menos que tuviese alguna justificación religiosa para ponérselo.

Cuando supo esto, Alm sintió que, una vez más, las organizaciones religiosas estaban sacando ventaja sobre los mortales que carecen de ella. Y apeló a una herramienta que, ultimamente, parece ser la preferida por quienes sienten poca simpatía hacia los dioses convencionales o sus representantes: la tecnología del pastafarismo, el movimiento religioso impulsado por la Iglesia del Monstruo Espagueti Volador (en inglés, Church of the Flying Spaghetti Monster)


El pastafarismo es una religión paródica creada en 2005 por Bobby Henderson, un licenciado en física de la Universidad Estatal de Oregón, EE.UU., para protestar contra el creacionismo, una doctrina impulsada, sobre todo, por grupos cristianos que leen literalmente a la Biblia. Enemigos de la enseñanza en escuelas y universidades de la evolución biológica descubierta por Charles Darwin, los creacionistas reclaman que también se enseñe que la humanidad fue creada por un Dios. 

Así como los partidarios de la hipótesis del diseño inteligente (el viejo creacionismo rebautizado) buscan introducir sus creencias en las escuelas, el pastafarismo exige ejercer los mismos derechos: alega que el universo fue creado por una deidad sobrenatural; en su caso un dios hecho de espaguetis y albóndigas. En sus proclamas, los pastafaris consideran que nadie se debería oponer a enseñar en los colegios sus teorías gastronómicas sobre la creación humana; si los cristianos entran con el creacionismo en las escuelas, ellos también deberían poder hacerlo.

"La Iglesia del Monstruo de Espagueti Volador es una parodia del Diseño Inteligente y sus partes constitutivas son un bricolage de creencias cristianas fundamentalistas, cultura popular estadounidense y cocina italiana", explica Laurel Narizny en su tesis Ha Ha, Sólo en Serio: un Estudio Preliminar sobre las Religiones en Broma, presentada en 2009 en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Oregon.

Recibir los sacramentos es, para el pastafarismo, disfrutar de un plato de tallarines con pesto. Su filosofía oculta es la reducción al absurdo y su código de conducta, titulado "Realmente preferiría que no", es todo lo que se puede esperar de un himno agnóstico contra el control social que pretenden ejercer las religiones. "Realmente preferiría que no actuaras como un imbécil santurrón que se cree mejor que los demás cuando describas mi tallarinesca santidad. Si alguien no cree en mí, no pasa nada. En serio, no soy tan vanidoso", escribe el profeta Henderson.

La necesidad que muchas veces tiene la religión de ser tomada en serio lleva a adeptos, sacerdotes y teólogos a escapar del sentido del humor como de la peste. En el pastafarismo sucede justo lo contrario.

Por lo mismo, el empresario Niko Alm escuchó las disposiciones oficiales para el retrato del carné de conducir con una sonrisa. Le explicaron que sólo era posible aparecer con algo sobre la cabeza si mediaba un imperativo religioso.

"Bien. Este es el tocado que usamos los pastafaris", dijo cuando apareció con un colador de pasta rosa sobre la cabeza.

Hace tres años, su pedido no sólo fue rechazado por los funcionarios, además le pidieron que se hiciera un test psicológico para demostrar que estaba capacitado para conducir (algo que, desde luego, no le pediría a una monja con su hábito, a un judío con kipá o a una musulmana con burka).

Alm recorrió un largo camino hasta que su insistencia quebró la burocracia.

"¿Crees que (el colador) puede ser considerado ofensivo por algunas personas?", le preguntó hace poco a Alm un periodista de Publimetro. "¡El ofendido soy yo!", respondió el empresario. "¡Me mandaron al médico!".

Alm aprobó el examen psicológico y consiguió su carné con el utensilio culinario en la cabeza, no sin demostrar su afiliación a la Iglesia del Monstruo Espagueti Volador.
Para los pastafaris, Dios (una criatura invisible e indetectable) reina en un paraíso lleno de volcanes que lanzan cerveza helada. Y es la religión elegida por los piratas. Los ungidos proclaman haber sido "tocados por su apéndice tallarinesco" y explican que las imperfecciones del mundo que ha creado son consecuencia de una borrachera.

La graciosa acción del empresario austríaco puso al desnudo que las religiones nuevas tienen que demostrar "cordura" ante un psicólogo, mientras que las "tradicionales" pueden disfrutar de excepciones y privilegios sólo porque tienen más miembros, más antigüedad o sacerdotes más influyentes.

Parece obvio que la libertad de cultos deba incluir la libertad de ateos, agnósticos e irreligiosos a ejercer su derecho a expresar sus ideas sobre la religión o las cosas del mundo y a no ser discriminados "por no creer" (cualesquiera sea la forma legal que eligen para hacerlo) en ámbitos públicos.

*El autor escribe para Yahoo y tiene el blog Factor 302

fuente: http://www.diariouno.com.ar/mundo/San-Tallarin-culto-autorizado-20110801-0006.html#

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